Medio millar. Esta es la cifra
con la en el día de ayer nos sorprendían los diarios de tirada nacional
haciendo alusión a una nueva oleada “oficial” de asaltantes subsaharianos que
han vuelto a penetrar en territorio nacional a través de la frontera de Melilla.
El hecho en sí ya no sorprende pero las cifras que se barajan cada vez se
superan. Parece ser que ya han dejado
atrás los cayucos y pateras y han visto
en la débil frontera de Ceuta y Melilla la vía más rápida de acceso al edén que
para ellos es España.
Este problema, que lleva
sufriendo nuestro país y los países europeos de su entorno varias décadas, se ha
agudizado en cuestión de días de forma exponencial, máxime cuando nuestras
fuerzas y cuerpos de seguridad, en sus labores de control de nuestras fronteras,
han sido puestas en tela de juicio por una parte de la sociedad y por numerosas
fuerzas políticas con ánimo nítidamente partidista, utilizando la desgracia
humana como herramienta para conseguir réditos electorales de forma barata.
Por otro lado observamos como
desde el ámbito supranacional que significa la Unión Europea se mira para otro
lado cuando no se pone a caer de un burro al Gobierno con ocasión de cualquier
actuación interna en materia de control de una frontera tan delicada como la
española que, por cierto, también es comunitaria, haciendo una flaco favor a
los propios asaltantes, que ven en esa descoordinación institucional una grieta
por la que poder colarse en un mundo que ya cada vez menos les puede brindar
las condiciones de vida que le permitían antaño.
Esta actitud mostrada por las
instituciones europeas respecto del fenómeno migratorio pone de manifiesto
claramente la exclusiva vocación económica
a la que aspira la Unión Europea ,
que sólo toma parte cuando hay intereses económicos de por medio y, por el contrario,
en problemas sociales de gran calado
como el que les afecta, sólo acierta a enviar a una señora sueca, muy
respetable pero que quizás en la vida conozca frontera más allá de la puerta de
su hogar, para que nos de lecciones de cómo debemos gestionar la defensa de nuestro territorio y achacarnos lo mal que llevamos a cabo nuestro trabajo. Seamos serios, por
favor.
José Luis Martínez Padilla
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