jueves, 22 de marzo de 2012

NO PERDAMOS EL SUR

Entre las muchas debilidades que aquejan al ser humano, hay una de la que nacen muchas otras, y es que tenemos que comer. Así de claro. Si no lo hacemos morimos, y como no queremos morirnos pues ponemos los medios para evitarlo. Como digo, no siempre hay buen remedio para satisfacer esta necesidad tan perentoria, y por tanto, cabe el riesgo de incurrir en conductas no deseables.

Con la crisis económica y sus efectos tan adversos para la consecución de dicho fin fisiológico y también moral, puesto que no sólo de pan vive el hombre, sino que concurren aspectos no menos relevantes como la dignidad, la autoestima, etc.; lo más fácil es dejarse llevar por la necesidad y dar al traste con muchas virtudes que contrarrestan esas debilidades.

Alemania es un gran país. Referente de todo. Evidentemente les va mejor que a nosotros. No hablemos ya de China y su titánico crecimiento económico. Nuestro mal no es defendible. Pero conviene reflexionar acerca de hasta qué punto queremos parecernos a esos países.

Vistos los inmejorables números macroeconómicos de estos dos gigantes, ¿Deberíamos copiar sin más a nuestros vecinos del norte de Europa? ¿A los asiáticos?. Pues hasta cierto punto tan solo. Es cierto que no podemos seguir como hasta ahora, y que el paro es un problema de solución imperiosa. Que la corrupción, y sobre todo su consideración y condena aquí, es más laxa que allí. Pero creo que todo ello es posible sin renunciar a lo que somos.

Frente a aquellas culturas extrañas, nuestra naturaleza mediterránea tiene defectos, sí; pero también muchas bondades. Gente de naturaleza abierta y alegre, sencilla, somos laboriosos como los que más, pero sabemos que trabajamos para vivir, no vivimos para trabajar. Con el matemático, frío, inhóspito y "eficiente" modelo de trabajo que estamos importando vamos deshumanizando y desnaturalizando nuestra vida y su significado a una mera existencia productiva económicamente evaluable. ¿La solución a la crisis es como proponen algunos, comer en cuclillas el alimento que recojamos de una olla como hacen en los bazares chinos mientras trabajan? ¿Hacer como en Alemania?, un bocadillo frío en quince minutos y seguir trabajando en la cadena de producción? ¿No ver a los nuestros en todo el día para cumplir los objetivos de ventas?. Debemos reflexionar profundamente sobre todo ésto y valorar lo que tradicionalmente ha demostrado que funciona, lo que pasa por poner la economía al servicio de la persona y no al contrario. Humanizar el mundo de barbarie y horror en que vivimos.

Ahí es donde los países mediterráneos podemos levantar la cerviz y reivindicar alto y claro nuestra imprescindible aportación. Porque las economías de nuestros países estarán hechas unos zorros, pero la civilización occidental nació en Grecia, lo que somos hoy nos lo dio Roma, el Renacimiento y el Humanismo también proceden de allí. España, crisol de culturas, descubrió un Nuevo Mundo para la Humanidad, América, cuna de las libertades civiles, y extendió a aquél la religión Católica, irradiándola desde el Mediterráneo, y que nos regala la gracia del perdón a través del arrepentimiento en contraposición a ese rígido puritanismo protestante incapaz de transigir con la debilidad inherente al hombre, y no digamos ya otras religiones o creencias, que pueden ser respetables pero en mi opinión no sintonizan con la naturaleza del hombre.

Los bárbaros que invadieron Roma, paradójicamente acabaron romanizándose. Sencillamente y como dijo Chesterton, “hay un es”, y la verdad es muy explícita, pasa que no queremos o no sabemos verla. Dicho lo cual, ¿qué pueden reprocharnos entonces las grandes industrias del Norte y de Asia aparte de no tener dinero?. Será verdad, pero los países mediterráneos no somos “pobres”.




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