jueves, 7 de octubre de 2010

AVISO A NAVEGANTES

Independientemente de que el colectivo juvenil sea especialmente castigado por la crisis y el paro, hay una tendencia en la realidad y la legislación laboral que es la que viene marcando los tiempos en los últimos años. Este viaje se caracteriza por la progresiva pérdida de derechos del trabajador, su absoluta mercantilización y la reducción de su posición a mero factor de producción desprovisto de la especialidad y humanidad que debe de abrigar a la relación laboral. Es una absoluta vergüenza y una aberración a la que hay que volver la cara para no caer en la ira el que cada vez más los trabajadores tengan peores condiciones laborales y más miedo.

Comenzando por la insuficiencia de los salarios que agravó la entrada del euro -una absoluta ruina y un factor que coadyuvó al advenimiento de la miseria y el empobrecimieneto-. La temporalidad de los contratos laborales, el despido libre, la jornada laboral, la remuneración insuficiente, la paupérrima baja por maternidad, la flexibilidad total.

Muchas entidades sociales claman por la flexibilización del mercado laboral. No hay que llamarse a engaño. Esto es más temporalidad, más despido, más capacidad del empresario para modificar la jornada a su antojo, el descuelgue, etc. En definitiva más flexibilidad laboral va acompañada de menor estabilidad, por tanto, de más miedo.

El trabajador medio de hoy en día está acojonado, con perdón. "No me renuevan, me pagan una mierda, trabajo como un negro, me hacen trampa...". Con esto, por favor, no quiero que se interprete que estoy apoyando, ni en una milésima parte, aquellos vídeos prehuelga de la UGT. No. Sin embargo, y muy a nuestro pesar es una verdad como un templo que tenemos condiciones laborales mucho peor que nuestros padres. Viviremos peor, eso es así.
 
Hoy en día, el despido en España es libre, sí, lo es. Un despido improcedente se puede saldar con la famosa indemnización de 45 días de salario por año trabajado, en el caso del contrato de trabajo indefinido ordinario o común. Antiguamente, si no era por un motivo suficiente y justificado, el trabajador no podía ser removido de su puesto de trabajo. Hoy sí.

Aquella fuerte sindicalización, sujeción a un convenio colectivo eficaz, respeto de la dignidad del trabajador... está tocando a su fin. Estamos viviendo en nuestras propias carnes la realidad de la temporalidad, de la precariedad, de la insuficiencia salarial. No hay derecho, en el sentido literal del término.

Entretanto los planetas se han alineado para hacernos aún más la puñeta.

En primer lugar una crisis económica atroz que para más desgracia se está cebando en España.

En segundo lugar unos sindicatos inoperantes, vergonzantes, inútiles, ineficaces, bochornosos, paniaguados, subvencionados, constituidos en lobbys de unos intereses que poco tienen que ver con la defensa de los intereses socioeconómicos del trabajador por cuenta ajena.

En tercer lugar un Gobierno que si bien se dice socialista, obrero y español no tiene nada de esto, sino todo lo contrario. Nunca en España los trabajadores han perdido tantos derechos. El PSOE ha supuesto la peor de las pestes para el obrero y el trabajador por cuenta ajena. Ahora, además, desean ampliar la edad
de jubilación hasta los 67 años y aumentar la base del cálculo de las cotizaciones para determinar la pensión por jubilación. La reforma laboral ha sido un absoluto latigazo a la espalda del trabajador. Fiel prueba de ello han sido los datos del paro en el mes de septiembre, 50.000 nuevos parados, 20.000 de ellos en Andalucía. La reforma laboral de 2010 es una colección de atropellos a los derechos y a la estabilidad y dignidad del puesto de trabajo. Es la reforma laboral del despido, cosa que el Gobierno negaba que iba a hacer.

En cuarto lugar, y no menos lamentable, tenemos una Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) o patronal, representante de los empresarios españoles, que con un empresario insolvente y que no paga a sus trabajadores a la cabeza, Gerardo Díaz Ferrán, aboga por hacer más sangre aún en la ya denostada situación del trabajador.

Como no soy un liberal empedernido, sino que considero que la mano del Estado es fundamental para equilibrar fuerzas que por mor de la naturaleza o el "laissez faire" son inequilibrables, estoy de acuerdo en que la legislación tome parte en el asunto. Sin embargo, está tomando parte sí, pero en el sentido totalmente contrario, en el de los fuertes. La reforma laboral de 2010 del PSOE es la reforma laboral de la precariedad y el despido.

Dicho todo lo anterior, recuerdo al lector y más aún si está comprendido en el colectivo juvenil, que con este Gobierno del PSOE a la cabeza, nada nuevo ha de esperar, es decir, en materia laboral, es digno heredero de sus antecesores: precariedad. La juventud de hoy en día está llamada a vivir mucho peor que sus padres. Licenciados poniendo copas en los bares, despachando en tiendas de telefonía móvil, atendiendo llamadas en servicios de teleasistencia. (Con todo mi respeto a estas profesiones como a todas las demás, pero sin embargo, no creo que sea plato de gusto de nadie realizar una carrera para acabar desarrollando estas funciones).

El trabajo es sagrado y el trabajador merece respeto, dignidad, salario justo, derechos. Por mera lógica, por pertenecer el trabajo al más estrecho ámbito de relaciones de la persona. Por ser su medio de vida y por marcarla a diario. Y porque lo dice la propia Constitución.

Al contrario de la opinión preponderante de ciertos organismos con mucho peso en la vida pública, considero que una visión global de la economía y del mercado requiere una visión global del mercado laboral y de las políticas financieras y fiscales. Es decir, a una globalización económica corresponde una globalización de derechos. Porque si no, se produce el descabalgamiento entre derechos y obligaciones en los distintos países, y por tanto, estas situaciones tan penosas.

Por último, quiero hacer un reproche a aquellos que enarbolan la bandera del liberalismo. El liberalismo, llevado a su extremo, cae en el relativismo y en la falta de seguridad. Hay valores que son innegociables, como la libertad, sí, pero también la justicia, sin justicia no habrá libertad. Por supuesto no defiendo
al socialismo, ni al comunismo, que no traen libertad o justicia sino todo lo contrario. Me refiero a un liberalismo sensato, al conservadurismo moderado y a la democracia cristiana. Pensamientos y comportamientos de los que se derivan ponderación y justicia.

1 comentario:

  1. Sin duda es esta una gran reflexión sobre la situación actual de España, y en concreto, sobre la situación económica.
    No puedo estar más de acuerdo con esta reflexión, pues efectivamente, la izquierda que se dice así misma obrera, jamás ha velado por los derechos de los trabajadores.
    Por supuesto que un liberalismo exacerbado no conduce a nada, es necesario el papel en cuestiones y momentos puntuales del Estado, si bien es cierto que nunca puede ser buena una intervención estatal única y exclusivamente, la clave esta siempre en el término medio, y en las ideas que representa como bien dices, el conservadurismo moderado y la democracia cristiana.

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